El entorno histórico de la derrota artiguista
Para explicarse la nueva realidad, Artigas y Rivera debieron tomar nota que unos días antes de Cepeda (1 de febrero de 1820), se habían plegado a Ramírez, Carlos de Alvear (el mayor anti artiguista de todos los tiempos, que había tomado Montevideo en 1814, traicionando a Otorgués y asaltándolo por sorpresa y causándole una matanza, que luego como Director Supremo había enviado un Ejército contra Artigas) y José Miguel de las Carreras, chileno a quién Artigas había rechazado, que vivían bajo la protección de Lecor, los dos, hacía un par de años en Montevideo. Es decir que Ramírez tenía como "intelligentzia" reciente a dos amigos de Lecor. El 22 de enero de 1820 se había dado la batalla de Tacuarembó, que había exterminado al ejército principal de Artigas. Paradójicamente, era el peor momento de la Banda Oriental (Tacuarembó), pero el mejor de la Liga Federal (Cepeda).
Rivera, con algunos cientos de hombres, había quedado en el país, como Jefe del Ejército Nacional. Cada vez con menos hombres y cada vez con menos espacio geográfico. La derrota de Tacuarembó iba a implicar que sus movimientos ya se anularan porque todo el Ejército portugués sobre él destruidos los 3.000 efectivos de Artigas, los 16.000 portugueses se concentraban sobre los 400 hombres de Rivera- lo dejaba sin espacio de maniobra. Rivera estaba rodeado, además, de " un número de familias bastante crecido" (Marta Campos de Garabelli, 1953). Enseguida después de Cepeda se le acerca a Ramírez el otro gran anti artiguista, Manuel de Sarratea (que ya en 1811, como triunviro de Buenos Aires le había comprado gente a Artigas, luego Ministro de Pueyrredón), de modo que Ramírez, Alvear, Sarratea y Carreras organizan el Tratado del Pilar. Las cláusulas de dicho convenio salvaban a una Buenos Aires a merced de las Provincias federadas, lo que le reportó la Gobernación de la misma a Sarratea. Artigas y Rivera creían que el triunfo de la Confederación sobre Buenos Aires después de 5 años, en Cepeda, le iba a dar el aire que necesitaba a una Banda Oriental exhausta y ya sin poder de resistencia ante los muy superiores ejércitos portugueses, sea en número, sea en pertrechos. Lo que estaba pasando en realidad es que Ramírez concentraba el mayor acumulado intelectual anti artiguista existente. Era el fin de un enfrentamiento cíclico de Sarratea y Alvear contra Artigas.
De acuerdo con Buenos Aires -a su pedido en realidad- Lecor ya había invadido con 2.000 hombres Entre Ríos en un plan que incluía la invasión a Corrientes y Santa Fé. La noticia de la derrota de Artigas llega al Pilar donde se está negociando el 21 de febrero. Allí Ramírez y López resuelven arreglar con Buenos Aires sobre la base de que Lecor suspende como suspendió la invasión- y que hubiere guerra con Artigas, quién exigía la guerra de todas las Provincias contra los lusobrasileños. Eso son las cláusulas secretas del Pilar: las armas, municiones y dinero para que Ramírez enfrente a Artigas.
Rivera, ignorante de todo le pide en su primer carta a Ramírez que le cuente qué se ha convenido en El Pilar- resuelve un armisticio para ganar tiempo.
Como sus condiciones "son arduas" (comunicación de Lecor al Río de Janeiro), lo asaltan y debe rendirse el 2 de marzo. Escribe enseguida a todos, como hemos arriba dicho, pidiendo fuerzas y proclamando sus verdaderas y patrióticas intenciones. Más tarde, enterado luego de que Ramírez había defeccionado y Artigas se internaba en el Paraguay, Rivera tuvo que asumir la derrota. Porque de eso se trataba. De asumirla, administrarla y con el tiempo revertirla. Como hizo.
Como sus condiciones "son arduas" (comunicación de Lecor al Río de Janeiro), lo asaltan y debe rendirse el 2 de marzo. Escribe enseguida a todos, como hemos arriba dicho, pidiendo fuerzas y proclamando sus verdaderas y patrióticas intenciones. Más tarde, enterado luego de que Ramírez había defeccionado y Artigas se internaba en el Paraguay, Rivera tuvo que asumir la derrota. Porque de eso se trataba. De asumirla, administrarla y con el tiempo revertirla. Como hizo.
Las verdaderas cartas de Rivera a Ramírez
4 DE MARZO. Carta de Rivera al Gobernador de Entre Ríos Ramírez. "... No tardé en ser invitado por la Comisión del gobierno de Montevideo para concluir la guerra por una transacción. En su consecuencia celebré una suspensión de armas mientras pudiese transigir directamente con aquel gobierno lo que mas interesase para solidar la paz; propuse varios artículos con el objeto todos de reanimar la opinión general, sofocar los partidos y concentrar la fuerza para con ella ofrecer un paso cierto al Sr. General. Mi fundada esperanza ha desaparecido por la absoluta negativa que ha hecho el Cuerpo Comisionado como lo demuestran los documentos que adjunto, por ellos aparece la felonía que han cometido los portugueses autorizados por los mismos paisanos (rigiendo el armisticio, en plena negociación, los portugueses, con el visto bueno de los orientales del Cabildo de Montevideo, lo sorprenden militarmente y lo obligan a rendirse ) Por no abandonar a los infelices que me acompañan he sufrido todo pero sin humillación y manteniendo siempre el orgullo militar a que se agrega el deseo que tengo de observar las miras que se proponen los de Montevideo. Este conocimiento guiará mis pasos con la mayor seguridad en lo sucesivo. Yo estoy informado por conducto cierto que se trata de ganarme por el dinero y las lisonjas. Seguramente no me conocen cuando así piensan. Quiero ver en fin que es lo que desean y de todo le daré circunstanciadamente aviso. Hágame usted la justicia de creer que ahora más que nunca deseo combatir a estos inicuos mucho más tiranos que los españoles" ... " y quiero que se digne comunicarme sobre qué bases se ha firmado la paz con Buenos Aires, para mi inteligencia".
3 DE ABRIL. Carta de Rivera al Gobernador de Córdoba, Bustos. (...) "libres como están todos los pueblos, por cuya causa hemos derramado la sangre americana hace más de 5 años, es muy natural que estas recompensas tomen la parte que les corresponde para alejar al tirano que en secreto se lisonjea de la posesión de todo nuestro suelo, el Barón de la Laguna.
Si por mi parte han cesado las hostilidades, no ha sido si no el íntimo conocimiento, quien ha dictado esta injusta pero imperiosa ley, conforme a la peligrosa situación en que me hallé después de las jornadas del Olimar y Tacuarembó. Éstas, sin extinguir el fuego patrio que me devora, me obligaban a mirar con más prudencia la salud general, y mucho más, viendo que las armas, lejos de disimular nuestros males no hacían más que consolidar nuestra esclavitud: tomé los remedios que diera la política.
Sin desistir de los principios que siempre me han animado, de sepultarme más bien sobre las cenizas de la gloria que sobrevivir a los progresos de la tiranía, creí oír la expirante voz de mi patria. Ella me ordenaba no sacrificar inútilmente las últimas fuerzas que, bien dirigidas, la restablecerían a su antiguo esplendor.
Con ese fin, después de haber pasado el General Artigas a la costa norte del Uruguay, vencido y perseguido por las fuerzas portuguesas sobre los indicados puntos, teniendo presente la dificultad de retirarme de la posición que obediente ocupaba y no olvidando al mismo tiempo la defección que nos habían causado las intrigas del General Lecor, manejadas por el Cabildo de Montevideo, entablé con la seductora comisión un armisticio como el único y mejor medio capaz de proporcionarme comunicación con las demás provincias para proseguir la defensa de nuestra libertad. Esta medida del principio fue subseguida por condiciones para el reconocimiento del nuevo gobierno, halagaba mi esperanza, pero pronto fue desvanecida por la felonía usada el 2 de marzo en mi campo de los Tres Árboles.
Todos los documentos que acreditan estos pasos serán presentados a usted por el Sr. Gobernador de Santa Fé, a quién en fecha 6 de marzo pasado se las dirigí, reservándome hacerlo con usted en los momentos que las delicadas circunstancias me lo permitieran.
No pudiendo conseguir la ratificación de las condiciones cuyos fines no se ocultan de usted, avisé a los Gobernadores de Entre Ríos y Santa Fé de mi espinosa situación, para que no se disfrazasen mis sentimientos; instruí al General Artigas para que en virtud del artículo 10 del Tratado del Cuadrilátero, pusiese en uso cuanto mis apuradas circunstancias y las suyas, las que seguramente encontrarían acogida y protección en los pueblos confederados. Esperando, pues, aquél dichoso instante, he tratado de observar la total fuerza de mis enemigos, la extensión de todos sus recursos, los auxilios con que cuentan y los apoyos sobre que descansan; e investigando prolijamente el estado de la opinión del vecindario en Montevideo. Por último he visto y conocido los despreciables instrumentos de que se valen los portugueses para ocultar su míseras miras y para justificarlas a la vista de las naciones que las observan, y en consecuencia, ha sido fácil convencerme de que todo es obra de execrable fracción que vendiendo nuestra libertad compraba su engrandecimiento ..."... "La opinión más general en todo el vecindario de Montevideo por la expulsión de los portugueses, en la campaña raro será el individuo que no esté altamente resentido y que no se aspire a la venganza. Este cúmulo de ventajas objeto de mi continua imaginación y desvelos hace que me dirija a V. S. para que usando de las omnímodas y altas facultades que hoy ejerce en esa Provincia tome la parte más activa para auxiliarnos y protegernos, como para expresar por medio del diputado de esa provincia los sentimientos de todos los buenos orientales al soberano congreso, quién considerando la materia y sus trascendencias, determinará no dudo la restauración del país" "Nada más apetezco que la libertad de mi amada patria, única objeto de mis desvelos. Para contribuir a tan laudable fin puede contarse con inagotables recursos de boca y con mil y quinientos hombres de caballería que bajo mi dirección derramarán la última gota de su sangre primero que abandonarme. En esta fatal crisis aún me acompañan más de 400 bravos y a mi primera insinuación se presentará la provincia en masa para abrir si fuese necesario un paso a las fuerzas auxiliadoras" "Hoy veo todos elementos dispuestos a cooperar con los deseos de mi lastimada patria: hoy es que nuestra sacrosanta causa marcha majestuosamente a los altos destinos a que es llamada, porque así lo quieren las inmortales provincias confederadas. Nada más falta que mover los poderosos medios colocados por la justicia en manos de usted. Eternice su nombre y sus glorias defendiendo y ayudando a una provincia hermana que tantas veces ha empapado la tierra con su sangre por sostener la verdadera libertad." ... Termina la carta refiriéndose con cierta ironía a que " por fin se desenvuelvan los misterios que encierra nuestra carta magna firmada en el Pilar".
Publicado en La República
18 de octubre de 2007
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