martes, 7 de diciembre de 2010

Comentarios sobre la anatomía moral de la cabeza de los nuevos revisionistas - por Manuel Flores Silva - Parte 1

                                                                                                               
"De todos los caudillos del río de la Plata, contando lo mismo los que le precedieron que los que vinieron después de él, Rivera fue el más humano: quizás en gran parte porque fue el más inteligente" José Enrique Rodó, El Mirador de Próspero.
La República ha titulado que "Rivera quiso matar a Artigas" ya que "un investigador uruguayo encontró en Corrientes una carta que cambia la historia y habría sido ocultada" (23/09/07, nota central de tapa y dos páginas) y luego que " Historiadores certifican autenticidad de carta de Rivera para matar a Artigas; colorados callan" de modo que " La educación, la política y la sociedad reflexionan sobre la carta del ex presidente y su intención de matar a Artigas" (25/09/07, una página y destaque en tapa).

No se descubre nada sino que lo inverso: se oculta lo importante
Confieso que me extrañó que se presentase como novedad, y aún como noticia ­y, todavía, que se sostenga que antaño la mencionada correspondencia había querido ser ocultada por los pérfidos-, algo de lo que se tenía bastante conocimiento hace ya ocho décadas y que, incluso yo, recordaba vagamente haber leído. Sin ir más lejos que mi modesta biblioteca, encontré referidas las dos cartas que "descubre" la fuente del periodista de La República en el clásico catálogo documental de Reyes Abadie, Bruschera y Melogno, " Documentos de Historia Nacional y Americana: el ciclo artiguista", (1951, completas), en otro clásico como " Lavalleja" de Eduardo Salteraín y Herrera (1957) y en otro clásico de Salteraín, " Rivera, caudillo y confidente" (1945), así como encontré a las misivas referidas por mi abuelo materno Juan Bautista Silva en " Rivera Político" (1949). Obviamente la fuente original mencionada es el muy conocido historiador y cataloguista correntino Hernán F. Gómez en su clásico " Corrientes y la República Entrerriana" (1929,Corrientes). ¡La fuente de La República dice haber encontrado la carta en el lugar (Corrientes) ... donde se la catalogó por primera vez públicamente hace 78 años! ¿Dónde dice haberla encontrado? En el Archivo de Corrientes "Sala 2, Don Hernán F. Gómez, Correspondencia Oficial, años 1810-1921". ¡El archivo del que la publicó hace décadas! Un facsímil de la misma fue publicada ocho años después en Uruguay por Setiembre Raúl Vera, " Aclaraciones Históricas - La prueba de una gran traición" (1937), por Antonio M. de Freitas en " El levantamiento de 1825, Preliminares de la Cruzada Libertadora. Adhesión popular" (1944) y, luego, por Oscar Montaño en 1997 en " Umkhonto" y por Gonzalo Abella en " Artigas, el resplandor desconocido" (1999). ¡Qué primicia se ha conseguido el periodista!
Las últimas cuatro fuentes fueron todas facsimilares y de las últimas dos sólo tuve noticia por internet. Estas nueve fuentes existentes antes de la publicada por La República las encontré en un ratito. Quien pase una tarde en la Biblioteca Nacional trae por lo menos una docena de alusiones bibliográficas más. No es información nueva, entonces, como se presenta falsamente, ni ha estado escondida nunca por el diablo como cree la paranoia de los simples de espíritu. Es, simplemente, que muchísimos historiadores nacionales serios (de diferentes tendencias historiográficas, sea liberales, revisionistas, marxistas, etc.), en conocimiento de ella, no le dieron importancia, ya veremos por qué, salvo la que le dan algunos fundamentalistas ignotos que no se acercan a la disciplina histórica en talante ni académico ni científico, sino para expresar la "saña de los mediocres", dijera un intelectual uruguayo.
Por ejemplo, los propios Reyes Abadie, Bruschera y Melogno ­seleccionando documentos de su trabajo de 1951- publicaron en 1968 una crónica histórica ahora valorativa muy pormenorizada de ese tiempo ("El ciclo artiguista", 1968) y, dichos autores, que en su trabajo documental sí habían trascripto las cartas de junio de Rivera a Ramírez, las que publica ahora el periodista de La República, ni mencionan esas cartas en su trabajo valorativo de 17 años después, pese a haberlas trascripto, reiteramos en su catálogo documental no valorativo antaño. No le dieron importancia. Y no lo hicieron pese a ser revisionistas, esto es anti liberales, esto es anti riveristas. Sí, por el contrario, en su trabajo, los aludidos autores mencionaron otras cartas de Rivera a Ramírez, anteriores en 90 y 60 días a las que publica La República. Y las mencionaron porque las que no publica ahora la fuente de La República son las importantes y las que publica ahora La República no son importantes, como veremos.
Veamos. Rivera es rodeado y se rinde el 2 de marzo. Escribe de inmediato a Artigas, Ramírez (gobernador de Entre Ríos), López (gobernador de Santa Fe) y a Bustos (gobernador de Córdoba) explicándoles a todos que ha debido rendirse, que conserva las fuerzas orientales reunidas y que precisa infantería y vuelve a pelear contra lo que define como un enemigo, el portugués, peor que el español. A Ramírez, le escribe, antes de saber que ha defeccionado en el Pilar, el 4 de marzo y el 4 de abril, así como le escribe a Bustos el 3 de abril (el contenido de las otras cartas de marzo de Rivera a Artigas y López se conoce por las alusiones de las otras cartas pero no se han encontrado las cartas). En esas cartas está el verdadero pensamiento de Rivera. Y esas cartas, desde luego, sí las reproducen en su trabajo valorativo Reyes Abadie y sus colegas. Y son las que saltea ­cuidadosamente- la fuente de La República.
Luego, el 5 y 13 de junio, Rivera contesta de hecho negativamente una invitación de Ramírez a combatir a Artigas valiéndose de la astucia para no delatar su acción frente a todo ese conglomerado de enemigos. Es que en junio Rivera ya conoce que Ramírez ha renegado de Artigas, el verdadero sentido del acuerdo de Ramírez con Buenos Aires, el papel de Sarratea y de Alvear (que viene de vivir en el Montevideo de Lecor) al lado de Ramírez y la estrecha relación de Buenos Aires (aliado ahora de Ramírez) con Lecor. Según ha opinado estos días la historiadora Ana Ribeiro se trata de una carta de pretextos para decirle a Ramírez que no. Rivera en esas cartas de junio le está contestando a un hombre del otro bando como Ramírez que está, además, en connivencia con los dominadores de la Banda Oriental y a quién, para peor, a Ramírez, Rivera le ha confiado en marzo antes de enterarse del abandono del entrerriano del artiguismo, los pasos verdaderos que se propone dar en pos de las metas libertarias de siempre. Los pasos que luego, además, dio, salvando a su gente y preparando en pocos años la insurrección. Esas cartas no expresan obviamente el pensamiento de Rivera y no son mencionadas por los autores antedichos en su trabajo valorativo. No pasan de un esquive diplomático. El contenido de las cartas con el verdadero pensamiento de Rivera fueron publicadas, por lo menos, en Reyes Abadie, Bruschera y Melogno, " Documentos de Historia Nacional y Americana: el ciclo artiguista", (1951, tomo II) y en "El ciclo artiguista", (1968), en Eduardo Salteraín y Herrera " Rivera, caudillo y confidente" (1945), así como en Juan Bautista Silva en " Rivera Político" (1949).
El contenido de las cartas de junio ­el descubrimiento re contra viejo de la fuente de La República- no lo cree para empezar ni el propio Ramírez, que ha asegurado a su gobernador interino, esos meses, que Rivera no está con los portugueses sino que persistirá en organizar el partido patriota (" No crea Ud. que el coronel Rivera abrace jamás el partido de los portugueses; él quiere salir de las dificultades y salvar a su Provincia a costa de todo sacrificio", 29 de febrero 1820). Así también Ramírez le escribe al Gobernador Bustos sobre Rivera: " de modo que conservándose con el decidido Patriotismo que hasta hoy ha manifestado, se pondrá muy en breve en disposición de dar un golpe mortal al enemigo exterior luego que podamos acordarnos con él para este objeto, así lo creo" (7 de marzo de 1820)
Razonando empero sobre el cómo ahora cualquiera dice cualquier cosa sin base alguna y una caterva de enajenados (mezcladores de datos fuera de contexto, de groseras categorías de análisis, de falsas teorías conspirativas, enajenadas, alienadas y turulatas, además de simpleza, simpleza, simpleza e ídem ignorancia) usan la historia falazmente como arma arrojadiza, me sorprendí diciéndome algo que jamás pensé que diría yo que soy muy anti revisionista, como cualquiera que profese principios políticos liberales republicanos: revisionistas-eran-los-de-antes. O, marxistas-eran-los-de antes. Porque, ahora, ese grupo de seudo historiadores entre los que se anota quién proporcionara la artera especie a La República, deforman la historia a tal grado que publican, por ejemplo, como lo han hecho, que el verdadero artiguismo está en la asamblea de Gualeguaychú, que corta ahora el tránsito sobre los puentes del Río Uruguay, y dislates de parecida y mucho mayor magnitud. ¿Será que el país vive la hora de la tontería? Será.
¿Por qué la fuente le ocultó al público de La República la existencia vieja de decenas de presentaciones bibliográficas de las cartas que se presentan ahora falazmente como descubrimiento­ publicadas completas por cataloguistas o por fanáticos anti riveristas o meras notas al pié de los historiadores serios- y se armó toda la fabulación del hallazgo actual cuando en realidad lo hizo el correntino Gómez hace casi 80 años, sin impacto alguno en la historiografía nacional? ¿Por qué se oculta, además, el verdadero pensamiento de Rivera presente cuando le remitió cartas con su pensamiento genuino a Ramírez, días antes, previo a saberlo defeccionado, también publicadas hace décadas, al día y al mes siguiente de tener que rendirse, pero pidiendo ayuda para la liberación de la Banda Oriental? ¿Por qué se las omite?
Estando a todas luces frente a una operación política que usa a la historia de excusa ­tergiversando su verdadero e inequívoco sentido- voy a proceder a contestar del siguiente modo: primero presentaré los hechos, que son meridianamente claros y desmienten rotundamente a la fuente de La República. Obviamente, Rivera nunca tuvo como mira, como intención ni como nada, ni traicionar a Artigas ni mucho menos matarlo. Luego analizaré por qué señalo que se trata de una operación política. Y aún más, intentaré definir la lógica que anima el modo de razonar que hay detrás de esta manera de hacer política y de deshacer historia. Un rasgo básico del pensamiento antiliberal e intolerante de esta tan poco republicana y actual época del país.
Porque este es un tema central. Lo que está en juego es el control de la representación del pasado, para deslegitimar al liberalismo político, para la destrucción de la legitimidad de la memoria liberal, consecuentemente republicana, única consecuentemente democrática. Se lo hizo en los años 60 y la identidad nacional toda cimbró. La cultura antiliberal hegemónica desde entonces reproduce antiliberalismo fundamentalmente a través del discurso histórico educativo. Se usó antes mucho el truco de la legitimación por "novedad" o "noticia", recubriéndose la labor de una falsa "cientificidad". Se lo intenta hacer ahora nuevamente. Entonces se lo hizo en un mundo bipolar, de cuestionamiento de la democracia. Era profundamente erróneo pero tenía cierto nivel. Era tarea de intelectuales y periodistas. Hoy está a cargo de "operadores" desencantados ­de utopía quebrada- en la necesitada tarea de demostrar que el "otro" es peor. La democracia ya no se puede cuestionar abiertamente pero, a medida que se les vacía su mensaje del presente, piensan que sólo tienen futuro si controlan el pasado. La "operación" es, en cierta forma, la negación del pensamiento, el triunfo de la maniobra sobre la reflexión. Y el presente, paradójicamente, les es estéril porque el pasado que difunden como identidad es una falsa y culpógena identidad nacional que sólo reproduce negación nacional y, consecuentemente, aumenta la migración juvenil de esta pampa ahora simplota y espiritualmente insatisfactoria.

Publicado en La República
18 de octubre de 2007

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