jueves, 25 de noviembre de 2010

EL ROL DEL BATLLISMO - por Luis Hierro Freigedo

Luego de encabezar al compás de la enorme figura de Tarigo la lucha por el “No” en el plebiscito de 1980, negociar y ganar la apertura democrática y garantizar la paz social amnistiando a guerrilleros y militares, el Batllismo, desde su unidad, generó enormes expectativas en las mayorías ciudadanas. 

En aquellos tiempos de renacimiento democrático y durante los sucesivos gobiernos, se cumplió con el desafío que implicaba  empezar a rediseñar el viejo Estado benefactor para ponerlo en sintonía con los tiempos que corrían. Pero se perdió la batalla cultural; ésa que era necesario librar para que la mentalidad de la sociedad  acompasara  las transformaciones y el efecto que ellas generaran no fueran vistas como un parricidio de nuestros anclajes doctrinarios.

Así, los puentes que nos vinculaban con la ciudadanía se empezaron a derrumbar. Quizá porque pecamos en el discurso y nos mostramos como demasiados “libremercadistas” y tecnócratas, soslayando nuestro sincero cariño por un Estado social que construimos con convicción.

Quizá porque dejamos de cultivar un espacio ideológico del centro a la izquierda del espectro, siempre fermental y electoralmente redituable a nuestra causa.

Quizá porque nuestra propuesta electoral se fue reduciendo paulatinamente en torno a los liderazgos y a la consecuente disputa entre las listas 15 y 2000 y así no le ofrecimos a la ciudadanía pluralidad de expresiones políticas que abarcaran todo el espectro de pensamientos que conforman el electorado.

Lo cierto es que se ha visto erosionado el potencial político de las distintas vertientes del Batllismo, al punto que de un tiempo a esta parte la dirigencia batllista no ha sido capaz de sostener un diálogo enriquecedor con gran parte de la ciudadanía.

Sin embargo, la actual coyuntura política que impulsa a los uruguayos a buscar una  razón para volver a creer en las posibilidades del país, le abren al Batllismo una nueva posibilidad ante la ciudadanía.

Ha quedado claro que los problemas de la gente no se resuelven teniendo como paradigma el Uruguay del pasado y se ha derribado el mito de que por el solo hecho de cambiar de gobernantes alcanzaríamos la prosperidad.

Por tanto, el Batllismo, desde el espacio socialdemócrata y su vocación liberal en lo político y reformista en lo social; desde su compromiso republicano y su espíritu humanista; y desde su talante laico y su visión de futuro, está llamado, nuevamente, a recrear la esperanza.

Debemos, con voz tan firme como serena, expresar todo lo bueno que hemos hecho desde el retorno a la democracia. Pero debemos, también, reconocer errores y renovar propuestas.

El desencanto de un gran número de ciudadanos que prestaron su voto se está acelerando y lo natural es que en algún momento vuelvan a echarle el ojo a nuestra colectividad, poseedora de una larga tradición de cultura de gobierno. 

Pero sólo nos acompañarán en la esperanzadora tarea de renovar el partido para proyectar el país, si logramos la irrupción de nuevos dirigentes que nos permitan regenerar legitimidad política.

Por eso, sintiéndonos parte de las nuevas voces batllistas, convocamos a la unidad para asegurar la mayoría partidaria que no aleje a nuestra colectividad de sus históricas raíces. Y asumimos el compromiso de trabajar de cara a los montevideanos para recomponer el diálogo y construir, juntos, una alternativa electoral independiente, moderna y novedosa que revitalice nuestro pensamiento y acción política. 

Es hora de recrear la esencia histórica del Batllismo. Debemos volver a ser un movimiento que amalgame el accionar de los sectores populares, industriales, agropecuarios y de servicios, capaz de formular legítimas alianzas sociales que permitan la aplicación de proyectos reformistas; una corriente política abierta a las distintas manifestaciones culturales, en diálogo permanente con los generadores de conocimiento y especialmente con las comunidades; una fuerza esperanzadora que afirme los valores del Uruguay de capas medias que tenazmente contribuimos a construir y que nos transformó en un país tan emprendedor como solidario. 

Luis Hierro Freigedo

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